Un viaje épico
Hace ya algún tiempo hice un viaje inesperado que me atrapó. Yo apenas tenía 14 años y por eso, como no lo recordaba bien, decidí volver este verano. Era un pueblo, ni pequeño ni grande, tampoco me importaba mucho su tamaño, en mitad de una jungla. Sus casas eran blancas, algunas relucientes y otras no, y sus habitantes muy peculiares. Algunos tenían poderes mágicos y puede que todos llegasen a ser familia.
Pasaba muchas tardes con ellos e incluso llegué a apuntar en una libreta sus nombres y sus relaciones familiares porque era casi imposible acordarse de aquel barullo. Algunos leían, otros luchaban, otros trabajaban el campo y otros observaban. Por las noches me dormía soñando con sus estrellas y cuando este verano estuve de vuelta vi que nada había cambiado. Mi vida estaba patas arriba, andaba perdida y se habían tambaleado tanto mis pilares que nunca sentía que estaba en suelo firme a pesar de que me había quedado inmóvil.
Recorrí sus calles y comprobé que, efectivamente, todos seguían sonrientes o apenados, locos de atar, cantando o recitando, dormidos o despiertos. Todos seguían allí. Repasé cada hueco de aquel lugar y más de 10 años después encontré la seguridad en sus palabras. Encontré descanso en sus susurros. Encontré mi risa, de nuevo, en sus disparates. Encontré cordura entre aquellos locos. Ellos seguían en mitad de mi caos y de ellos absorbí otra energía, la que necesitaba esta vez para seguir adelante.
Este verano viajé a Macondo. Yo ya había estado cuando tenía 14 años, pero volví porque recordaba a duras penas aquellos paseos colombianos. Este verano viajé a Macondo y la que había cambiado era yo.
Sofía y yo siempre lo decimos: “la ficción salva”. Los libros te acompañan, te abrazan y te revuelven. Cada página lleva a tu imaginación a sitios que nunca antes. Cada historia es un mundo que se abre y la mejor forma de que no exista nada más que el aquí y el ahora. Cada libro es un viaje. Un viaje épico.
Feliz Día del Libro❤️
«En realidad no le importaba la muerte sino la vida, y por eso la sensación que experimentó cuando pronunciaron la sentencia no fue una sensación de miedo sino de nostalgia.»