Sobre reptiles y reptantes
Sabemos que el dominio absoluto que ejerce el imperio estadounidense sobre este desafortunado planeta que lo sufre desde hace ya dos siglos, se nutre de sus enormes poderes: económico, político, financiero, mediático y sobre todo militar. Creo que no existe duda sobre eso y tampoco sobre el peso que ejerce el cotidiano dominio cultural que ha logrado imponerle prácticamente a casi todo el mundo.
Pero hay algo que quiero aclarar: qué relación existe entre el poder mundial de ese imperio y lo que conocemos o creemos saber sobre la conducta de algunos animales, que es la que vemos a diario como comportamiento inmodificable de importantes seres humanos no estadounidenses en lo tocante a la estrecha relación que mantienen con el imperio y sus órganos de poder.
Para aclararlo debo hacer un largo giro y decir algo sobre los animales, en especial de varios de ellos. Desde tiempos remotos los humanos se han considerado seres únicos, distintos y superiores a los animales. Y aunque la ciencia moderna ha reducido seriamente el peso de esa fantasía, la idea de esa superioridad y distinción radical sigue siendo creencia de las grandes mayorías. Y no siempre por ignorancia, sino porque a todos complace y porque desde muy temprano las religiones les hicieron creer eso.